Moría por escribir esto, espero que os guste.
¿Niño o niña? (que pesada soy xD) ¿Hay algo que no os gusta? ¿Qué queréis que suceda?
Gracias por Todo
Aroa.
CAPITULO ANTERIORES REVISARLOS AQUÍ :)
PARA SIEMPRE
CAPÍTULO 17.
KRISTEN POV
-Buenos tardes…-unos labios recorrían mi hombro desnudo y subían por mi clavícula hasta mi cuello.
-Mmmm…-me removí entre las sábanas. Quería seguir un ratito más soñando con varios niños que correteaban a nuestro alrededor mientras Robert acariciaba mi muy abultado vientre. Después de comer y un baño en la piscina para apaciguar el calor, me quité el biquini y caí muerta en la cama, con Robert a mi lado.
-Señorita, no tenemos toda la tarde. –Robert me puso boca arriba. Llevaba varios días preparando algo, y hoy por fin sabría que era. Sonreí y abrí los ojos. Me encontré con su maravilloso rostro. Sus ojos brillaban emocionados. Le acaricié la barba. Me encantaba cuando se la dejaba.
-Buenas tardes. –susurré solo para él. Pasé los brazos por su cuello para luego pegar sus labios con los míos. El beso fue lento, pausado. Me tomé todo el tiempo del mundo para explorar su boca. Y solo nos separamos cuando empezó a faltarnos el aire. Con ganas de más empecé a repartir besos por su mandíbula, bajando hasta su cuello. Gimió separándose de mí.
-Se ha donde lleva esto, y no tenemos tiempo. Te he dejado dormir lo máximo posible, sé que estás cansada. –dijo con la voz ronca. Aunque su cuerpo decía lo contrario. La mirada se le había oscurecido, su cuerpo se pegaba al mío.
-Puedo ser muy rápida…-lo volví a acercar a mí y mordí su oreja tiernamente.
-Kristen….
-Muy rápida. –mis manos bajaron hasta el inicio de sus pantalones mientras mordía su cuello. Volvió a gemir, esta vez buscando mi boca de forma feroz. Nos hizo girar en la cama, quedando yo arriba. Se sentó y esta vez fue él el que empezó a besar mi cuello, bajando hasta mis pechos.
-Eres mi perdición. –dijo antes de llevarse uno de ellos a la boca.
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-Os presento a Galinda, una pura raza española. –dijo el mozo de cuadra.
Si, Robert me había traído a montar a caballo. Estábamos a las afueras de L.A en una gran finca ecuestre. Durante todo el camino había ido impacientemente jugando con él a las 50 preguntas para intentar adivinar a donde me llevaba. Esta era la última de mis ideas. Ultima no, ni siquiera figuraba en la lista. Todo el mundo sabía que yo prefería ver a los caballos correr por el campo. Odiaba montarme en ellos por una simple razón, yo no sabía nada sobre ellos ni era nadie para manejar un caballo. Seguramente ellos pensasen algo como "esta tonta que no sabe ni como hay que subirse a un caballo me da órdenes" o cosas parecidas. No le tenía miedo, solo un gran respeto. Además, eran más altos que yo.
-¿Qué te parece? –Robert, que agarraba mi mano, se giró a mirarme con ilusión. Él había aprendido a montar a caballo para grabar algunas de sus últimas películas, y desde entonces estaba loquito por ellos. Si no le llego a frenar ahora viviríamos con dos perros, un gato y un caballo. Cuando le di a escoger entre la cama o el sofá deshizo la idea de comprar una cuadra para el jardín. Al final se apuntó a una escuela de hípica, y la verdad es que se le daba genial.
-Guau. –fue lo único que conseguí decir. Era una bonita sorpresa… pero más para el que para mí ¿Qué estaría tramando? Galinda era una yegua preciosa. No muy grande. Marrón chocolate con un lucero entre las orejas. Con manchas blancas que se extendían por todo el vientre. Tenía largas y rubias crines trenzadas echadas hacían un lado, y una graciosa cola rubia que no se estaba quieta. Estaba ensillada y preparada para montarla. Poco convencida me acerqué a ella y acaricié su cabeza, despacio, un poco temblorosa con el dorso de los nudillos.
-Es parte de la sorpresa. –Robert agarró las riendas que el chico le tendía.
-Pensé que esta era la sorpresa. –musité- ¿Hay más? –Robert solo sonrió.
-Galinda es una de las yeguas más buenas y tranquilas que tenemos. –dijo el chico- No os dará problemas.
-Pues a que esperamos. Subo yo primero. –Robert le devolvió las riendas al chico y puso un pie en el estribo. Se impulsó y subió a Galinda, de una forma limpia y rápida. Había visto a Robert montar muchas veces, pero nunca me cansaría de verle subido a uno. Su ancha espalda recta y marcada, la cabeza bien alta, sin miedo, disfrutado, concentrado. El mozo le dio las riendas, las agarró, le dio un poco con los pies a la yegua y salió al trote. Durante dos o tres minutos me dediqué a seguirle con la mirada. Un dios a lomos de una yegua, rápida como el viento, dócil, fiel. Me apoyé en la barandilla a disfrutar de las vistas, de lo bien que se lo pasaba. Al poco tiempo volvió a donde yo estaba y me tendió una mano- Sube.
Puse mi mejor cara de incredulidad.
-Yo. Caballo. Tu hoy no has cagao. –dije.
-Cariño no va a pasar nada. –sonrió y me tendió una mano. Kristen, ya has montado más veces a caballo decía mi yo interior. Había montado muchas veces a caballo, eso si era verdad, pero obligada. No me gustaba subirme a ellos, tenía miedo de caerme y que me pasase algo. Y cada vez que Robert montaba rezaba por que no se cayese del caballo. Ese miedo me atormentaba, pero nunca se lo había confesado a Robert, porque si se lo decía el dejaría de montar, y yo no quería que eso ocurriese.
-Y… y si me caigo… O, y si le pasa algo al bebé…-dije esto último sin importarme el chico que estaba desde antes y otros dos que había aparecido. Mi voz temblaba y se notaba un cierto nivel de histeria en ella.
-Pequeña, no voy a dejar que os pase nada. –me volvió a tender la mano. Vi en sus ojos como suplicaba. Sin pensarlo agarré su mano. Una sonrisa iluminó su rostro y vi como suspiró. No había que pensar mucho para saber que el creería que no montaría. Fue la señal para que los tres chicos se acercasen. Uno de ellos agarró el caballo.
-Me permite…-me dijo el más alto acercándoseme.
-Claro. –con muchísimo cuidado me cogió en volandas y se acercó a la yegua. Robert estiró los brazos y me cogió, ayudándome a pasar una pierna al otro lado. En ningún momento el chico me soltó. Me ayudaron a colocarme bien y Rob se pegó a mí. Pasó los brazos en torno a mi cintura y agarró las riendas- Gracias. –les dije a todos. Y al instante desaparecieron, dejándonos solos.
-¿Preparada? –me susurró al oído.
-Siempre.
Galinda empezó a andar despacio mientras salíamos a campo a través. Con cada paso el miedo iba desapareciendo. En un principio, como siempre no podía evitar pensar "esto se mueve demasiado" y sentirme insegura, pero Robert estaba ahí para acariciarme o susurrarme al oído. Poco a poco me relajé y dejé llevar. Me acomodé entre sus brazos. Rob incrementó el paso. A nuestro alrededor empezábamos a dejar el campo para adentrarnos en bosque. Un sendero se abría paso entre los árboles. No hablaba, las palabras no eran necesarias. La escena parecía sacada de un cuento de princesas. Galinda sin miedo avanzaba por el camino, guiada por mi pequeño caballero de brillante armadura, mientras yo, embobada contemplaba todo a mi alrededor. Cuando los arboles fueron dispersándose Robert dejó a la yegua que empezase a trotar hasta el final del sendero. Salté un poco en la silla y agarré el brazo de Robert nerviosa.
-Tranquila…-Me susurró besando mi cuello. Respiré hondo e intenté mirar al paisaje para relajarme. El campo volvía a aparecer, esta vez acompañado de un pequeño rio de aguas tranquilas y cristalinas. El atardecer hacía que todo se cubriese de tonos morados. Una bandada de pájaros atravesaba el cielo y vimos a varios conejos corretear por la orilla del rio- Shhhh Galinda. –tiró un poco de los estribos y la yegua paró.
-Robert esto es precioso…-musité. Noté como acariciaba mi vientre con una mano.
-Lo sé. Lo descubrí una de las tardes que galopé campo a través. –se acercó a mi oído- Quería compartirlo contigo. –apoyó la cabeza en mi hombro.
-Gracias. –acaricié su mejilla. Nos quedamos en silencio disfrutando del paisaje.
.
-¿Qué tal nuestro Bultito? –preguntó un rato después, metiendo la mano por debajo de mi camiseta y acariciando mi tripita.
-Le gusta esto. Seguro que está igual de feliz que nosotros. Dará volteretas ahí dentro celebrando que no está dentro de casa. –llevé mi mano con la suya.
-Entonces habrá que repetir más veces. –tiró del lóbulo de mi oreja haciéndome gemir. Empezó a besar mi cuello, dejando mordisquitos a su paso. Cerré los ojos y disfruté. Giré el cuello para poder besarle pero se separó- Ey, yo también quiero. –se separó de mi mientras reía.
-Espera pequeña impaciente. Pensé que querrías bajar de aquí. –sentí como se separaba al completo de mi- Agarra las riendas. –con prudencia agarré las riendas. Sentí como se inclinaba un poco y pasaba la pierna. Al instante estaba sola encima de Galinda. Por respeto acaricié sus crines y el lomo.
-Ves, no es tan malo como parece. –Dijo poniéndose a mi lado- Estás montada y no es por obligación, para alguna película. –y eso era verdad. Montaba porque quería. Nadie me había obligado. Solo le sonreí- Vamos abajo, pequeña. –me tendió los brazos- Déjate caer hacia mí. –hice lo que dijo, de dejé caer con cuidado hacia él. Me rodeó con sus brazos y me bajó al suelo.
-Gracias. –ahora sí, rodeé su cuellos con mis brazos y me acerqué a sus labios. Chupé el superior, mordí el inferior y los ataqué, poniéndome de puntillas para alcanzar mejor. Se separó de mí riendo para respirar.
-Te amo.
-Hasta el infinito y más allá a pasitos de caracol. –dije, rememorando las palabras que me dijo él una tarde de rodaje. Juntamos las frentes y sonreímos.
-A pasitos de caracol. –Me rodeó con un brazo y se separó. Caminamos hasta la orilla del rio y nos sentamos en la hierba, verde y mullida. Se sentó el primero y me hizo un hueco entre sus piernas. Me acomodé y apoyé la cabeza en su pecho. Los rayos del sol iban perdiendo fuerza mientras este se escondía en el horizonte. Robert llevó una de sus manos a mi camiseta y la levantó dejando mi vientre al aire- Bultito, esto es el paraíso. Tú, mamá y yo. –acariciaba la tripa mientras hablaba. No pude evitar sonreír.
-Me encanta cuando le hablas. –cerré los ojos disfrutando sus caricias.
-Sabes que nos escucha. Seguro que le gusta oír las voces de sus papás. ¿A que sí Bultito? "Si papi" –se contestó a si mismo con una vocecilla infantil que me hizo reír.
-Vas a ser el mejor papá. Nuestro bebé te va a querer mucho. – agarré sus manos.
-Eso es porque tú me enseñas a serlo. –me abrazó y besó mi sien.
-Gracias por todo. Esto es perfecto.
-Gracias a ti por dejar que te lo enseñe. –nos quedamos en silencio. Cada uno evadido en sus pensamientos. Rememoré todos y cada uno de los días desde que encontré a Robert en la playa hasta hoy. En solo dos meses habían pasado muchas cosas. Íbamos a ser padres, nos habíamos vuelto a reconciliar, el vínculo con nuestro amigos era más fuerte, al igual que el de la familia; incluso sabía que Robert estaba feliz porque sus padres lo supiesen. Había perdido un bebé, pero sabía que eso era una nueva oportunidad. Los ppz habían hecho de las suyas. Todo el mundo sabía que estaba embarazada, no había forma de esconderlo. Las fans estaban eufóricas. Nos habíamos juntado con el cast después de mucho tiempo, y aunque no estaban todos, me había sentido plena. Ellos formaban parte de mi vida, y contarles la noticia había sido una alegría para mí. Dos meses muy intensos, llenos de emociones, sustos, promesas, sonrisas… Nunca pensé que mi vida pudiese cambiar tanto en tan poco tiempo, pero hoy, dos de julio de 2014, no cambiaría mi vida por nada.
-¿En qué piensas?
-En todo lo sucedido en estos dos meses.
-Han sido dos meses muy largos e intensos, pero merece la pena pasarlos por momentos como este. –besó mi hombro y yo sonreí.
-Hoy es un día maravilloso. No podría ser mejor. –me ladeé y acurruqué en pecho, apoyando la cabeza en su cuello y besando su nuez.
-Cásate conmigo.
Me quedé sin aire.
-…-pero no pude articular palabra. Solo un gemido salió de mi boca. Robert me separó un poco de él para mirarme. Agarró mi mano izquierda, la besó y después con infinita delicadeza me puso un anillo. En ningún momento apartó la mirada de mí. Sus ojos brillaban de una forma inusual y no sonreía. Esto era en serio. Una boda, un matrimonio. Muchas veces me había dicho lo mismo, pero nunca lo decía de verdad. Un matrimonio. Un montón de sentimientos de asaltaron. Tenía claro que él era el hombre de mi vida, pero no estaba segura de que este fuese el mejor momento para esto. Un matrimonio requería esfuerzo y dedicación, no era algo que tomarse a broma. Robert quería que todo el mundo supiese que nunca nada nos iba a separar, pero por encima de todo, al igual que Edward quería unirse a Bella de todas las maneras posibles, él quería unirse a mí. Yo era su vida, su universo, él era la mía, mi mundo. No sabíamos vivir separados, éramos una sola persona. Yo era suya, él era mío. Pero por encima de todo eso, éramos nosotros mismos, y sabía que a Robert le había costado mucho dar este paso, ¿Estaba yo preparada? Esto me quedaba grande. Yo dejé de creer en el matrimonio como tal cuando mis padres se separaron. Desde ese momento no quise saber de él. Un papel no me iba a decir a quien amar. Lo nuestro era mucho más fuerte que un anillo, una fiesta y un cura. Yo no quería terminar con mis padres y romper con algo que siempre ha sido tan valioso como el matrimonio, pero que últimamente se había convertido en una gilipollez. Muchos creían que al casarte las cosas cambiaban, pero para mí nunca serían diferentes. No amaría a Robert de una forma distinta. Antes de empezar a desvariar mi yo interior habló Kristen, estúpida, lleváis cinco años juntos, ¡Estáis esperando un hijo! ¿Qué más quieres? Ya lo tienes todo. No seas miedosa, aleja el miedo al compromiso. Estás más que preparada para esto. Adelante, está esperando.
-Cásate conmigo. –volvió a repetir.
-Si. –musité sonriendo. Me devolvió la sonrisa más perfecta nunca vista. Nos levantó del suelo y empezó a dar vueltas conmigo en brazos.
-¡HA DICHO QUE SÍ! –gritó mirando al cielo. Eso me demostró que pensaba que iba a decir que no estaba preparada. Bajó la cabeza sonriendo y junto mis labios con los suyos. Pasé los brazos por su cuello y me pegué lo máximo a él. Ese beso selló el pacto. Nos separamos, quedándonos mirando. Mordí mi labio emocionada. Sabía o que todo esto significaba- En este momento soy el hombre más feliz del mundo. Me vas a hacer padre y marido. Me lo estás dando todo. Gracias, pequeña. –no pude hacer otra cosa más, que besarle otra vez.
-Te amo. –beso- Sí. –beso- Me caso contigo. –me dejó en el suelo y agarró mi cara con las dos manos.
-Prometo amarte, respetarte, cuidar de ti y de nuestro pequeño. Nunca te dejaré sola. Sé que pelearemos mil y una vez, pero siempre volverás a mí, al igual que yo volveré a ti. Juntos derribaremos muros, pintaremos nuestro propio mapa, escribiremos nuestra historia. Nosotros contra el mundo. Prometo serte fiel, mimarte, darte el mundo entero, hacerte reír cuando llores. Ayudarte cuando creas que te hundes, recogerte cuando te caigas. Seré todo lo que tú quieras que sea. Te doy mi vida, te doy mi corazón. Pero, por encima de todo, prometo que nunca vas a estar sola, que mi amor no va a cambiar, que tú eres el centro de mi todo, y que solo con tener a nuestro hijo dentro de ti me demuestras todo. Eres mi vida. Kristen, te quiero. –las lágrimas corrían libres por mi rostro. Era una declaración de compromiso perfecta.
-Me das todo con solo respirar. Estoy dispuesta a emprender un camino contigo, a que escribamos nuestra historia. Porque siempre fuiste tú, tú y nadie más. Esto será eterno y me da igual lo que digan, yo sé lo que siento y nada cambiará. –me abracé a él, llorando sobre su pecho, mojando su camiseta- Te necesito conmigo.
-Siempre estaré ahí, para ti. –frotó mi espalda mientras besaba mi pelo. Ahora sí que estaba completa. El día nunca podría ser mejor.
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-Vamos a casa, se está haciendo tarde. –me separó de él. Agarró mi mano izquierda y besó el anillo de compromiso. Era de oro blanco y muy simple. Con un pequeño diamante engarzado entre las dos puntas que formaban el anillo. Lo miré bien, bajo la atenta mirada de Robert. Era el anillo perfecto para mí, simple, nada recargado. Algo que ponerme todos los días, era muy Kristen. Algo sencillo. Me fijé que en uno de los lados llevaba una inscripción. Era raro que estuviese fuera en vez de dentro. Pero Robert era así. Todas las que me compraba se grababan por fuera, haciéndolas piezas únicas.
US vs THEM
Esa era la inscripción. Algo que nos definía bien. Un lema que llevábamos en gorras, camisetas, chaquetas… Era algo nuestro.
-Es perfecta. –le miré.
-Como tú. –acarició mi mejilla.
- Us vs Them. –besé sus labios tiernamente, y justo cuando el beso empezaba a subir de tono un ruido nos separó- Papá, tu hijo tiene hambre.
Reímos.
-Mi hija, -recalcó- es un poco inoportuna… ¿Tienes hambre? –me mordí el labio inferior y le miré. Sonriendo tiró de mi hasta Galinda, que había estado descansando tumbada en el pasto- Vamos Señora Pattinson, no quiero que os muráis de hambre.
-Para ti señorita Stewart. –le guiñé un ojo. Negando con la cabeza me ayudó a subir a Galinda y luego subió él.
-No por mucho tiempo. –dijo mientras emprendíamos el camino de vuelta, viendo como el sol se ponía. Disfrutando los últimos minutos en ese prado que había sido testigo de nuestro compromiso.
-Sabes… Esto me recuerda a Eclipse.
-Bella está orgullosa de ti. Me haces el hombre más feliz del mundo. –besó mi pelo- Ellos nunca nos abandonan, nos ayudan a escribir nuestra historia, como nosotros los ayudamos a construir la suya.
-¿Forever? –pregunté.
-Forever.
Maravilloso estuve esperando por el cap pasado un mes y me encanta que este no haya tardado tanto... Escribes tan lindo... Envuelves al lector de una manera excelente.... Gracias por el cap!!
ReplyDeleteMaravilloso!!
Saludos desde mexico ;)